Por Manel Romero Ingeniero Industrial, socio fundador de SUD Renovables
Las ventajas de los vehículos eléctricos son muy conocidas: no emiten gases contaminantes a la atmósfera y se desplazan silenciosamente. Ya son una alternativa real y necesaria para sustituir los vehículos de combustión que ahora ocupan nuestras ciudades y carreteras. No olvidemos que el transporte es actualmente el causante de casi una cuarta parte de las emisiones de CO2 a la atmósfera de nuestro planeta (un 22%, según la Agencia Internacional de la Energía), y que el tráfico rodado aporta un 78 % del ruido en las ciudades. Nadie duda, pues, que los efectos de sustituir masivamente los vehículos de combustión por unos de eléctricos serían muy beneficiosos para nuestra salud y la del planeta.
Sin embargo, debemos tener en cuenta de donde proviene la energía que necesitamos para mover estos vehículos eléctricos. Los vehículos se desplazan gracias a las baterías, con una energía que se ha generado previamente y almacenado a través de la red eléctrica. Y aquí está el problema: actualmente las energías renovables aportan a la red el 37,1% de la electricidad (datos de REE para el año 2015). Queda, pues, un largo camino por recorrer si queremos que los vehículos eléctricos se alimenten únicamente de energía limpia y sostenible.
Según el sector del vehículo eléctrico, la necesidad de energía para alimentarlos no supondrá un problema. Sustituir un 10% de los vehículos actuales por vehículos eléctricos representa un incremento del 2% de la demanda de generación eléctrica. Si extrapolamos, pues, a un caso extremo (que debería ser el objetivo) en que todos los vehículos fueran eléctricos, supondría un aumento en la demanda eléctrica del 20%. Esta cifra es bastante asumible, pero conviene analizarla en el contexto actual de lucha contra el cambio climático y de transición energética.
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